Hugo Marietan.
“Me duele que no te duela mi dolor”
Psiquiatra. Hospital Borda. Buenos Aires
[10/2/2009] |
El psicópata carece de la vivencia de empatía. Le está vedado comprender al otro. Sí puede “entenderlo”, conocer sus fisuras y, de esa manera manipularlo. El dolor del otro, físico o psíquico, lo entiende, y a veces, haciendo un análisis intelectual del fenómeno. El proceso de cosificación del otro (innato en él), lo aleja más aún de la posibilidad de la empatía: el otro es depreciado como persona, devenido en objeto de uso. En consecuencia, el psicópata usa a las personas como materia prima (cosas) para lograr sus objetivos. El psicópata avanza hacía su objetivo impulsado por sus necesidades especiales (lograr el poder, por ejemplo), y si en el trayecto destruye o lastima cosas (personas) es un mero efecto secundario poco o nada atendible para él. Su enorme grado de libertad interior le permite (y sus códigos propios lo justifican) emprender empresas donde el daño hacia los otros no está contemplado. El dañado permanece perplejo ante el daño psicopático dado que no puede comprender la naturaleza del daño en toda su magnitud, ni la motivación que llevó a tal acción: tan lejos está de la mente de un psicópata.
1) “No le interesa herir a la gente, humillarla; no siente nada. A él le da lo mismo navidad que cumpleaños, no demuestra nunca nada de sentimiento. Cuando quiere agradar a alguien finge. Por ejemplo se enteró que una Sra. tenía dinero de un negocio propio. Esta señora tiene un hijo con una lesión cerebral y debe de estar en silla de ruedas. Entonces, para poder estafar a la Sra., llevaba a pasear al hijo, y le compraba helados. La Sra. estaba asombrada porque alguien se había acercado a ella sin importar que tuviera un hijo minusválido. Pero él andaba queriendo algo con la Sra. Y el niño le llama a casa pidiendo que lo lleve a pasear, que estaba esperándolo. Y yo le decía cómo para gastar en ellos sí tenía y para aportar gastos aquí en la casa no… Y él me contestaba: “tranquila yo no quiero nada con la Sra. Sé que le puedo pedir dinero prestado para pagar mis tarjetas de crédito. Lo que tú no sabes es que invierto para después sacar más”. Como nunca logró nada, cuando la dejó de ver, le dijo “Que bueno que tienes un hijo así, Dios te castigó porque eres muy dura para soltar la lana”. |
El empático si puede utilizar esa empatía para dañar en profundidad al otro porque sabe qué va a sentir el otro por el efecto de su acción porque es un igual.
El psicópata causa daño como efecto colateral a su acción principal -su objetivo.
El empático sabe lo que está haciendo y lo que el otro está sintiendo.
El psicópata puede hacer algo dañino, torturar por ej., pero nunca va a poder aprehender lo que el otro siente, sabe que este punto es doloroso y ahí debe poner el torno, pero no sabe hasta qué punto el otro está sintiendo dolor. Es por esto que el psicópata no siente culpa por su acto, para él es un trabajo o está en su épica - y aquí el objetivo todo lo justifica-.
6) Hace poco falleció su tío, y como mi marido está interesado en los bienes y sobre todo por el auto, visita a su tía para ver cómo puede apropiarse de esos bienes. Se junto con sus otros hermanos, uno de los cuales es abogado y policía, y me contó que están haciendo todos los papeles ilegales para quedarse con las propiedades, sin importarle lo que le pase a la tía que es una persona mayor.
El empático, cuando hace una maldad, siente en parte lo que siente el otro -simbólica o fantasmáticamente-, y eso lleva a un displacer interno que es lo que se llama culpa, lo que hace le genera culpa, sabe que ha hecho algo que no está bien, que ha vulnerado un principio del bien común y pagará por ello con angustia o somatizando.
El empático es el verdadero dañino con conciencia de cómo cala su daño en el otro; es dañino con el otro y contra sí mismo (culpa). La maldad agota al empático.
En el psicópata el hecho dañino no tiene ningún costo afectivo, no hay un plus, por eso permanece tranquilo e imperturbable, y esto antes, durante y después de la acción psicopática.
Muchos empáticos generan en su fantasía actos dañinos hacia otros, pero no se animan a soportar el quantum de angustia que le generará la acción en la realidad -‘pecan con el pensamiento’-. Saben que van a causar daño pero el costo de ese daño inhibe la acción dañina; otro factor de inhibición es el costo ante la responsabilidad del daño infringido al otro, el cómo se va a ver perjudicado al ser descubierto por el daño causado -temor por las consecuencias-.
El psicópata al ser no empático con el otro no sufre con el otro ni por el otro. En ese sentido es apático. Es más, puede sentir “extrañeza” por la forma de reaccionar del otro frente a sus hechos psicopáticos: al no ser empático no puede medir la intensidad de las consecuencias negativas de sus acciones en el otro.
7) En determinado momento de la cena, el hermano comenta a J que su hija le dijo: “Estoy desorientada en mi vida, no sé qué hacer”. J le dijo a su hermano: “Es fácil, el hijo de X, que tiene la misma edad tampoco sabe qué hacer, así que por qué no te ves con X, juntan un capital, y que ellos empiecen un negocio”. El hermano insiste: “Pero no está diciendo eso, está diciendo que está desorientada en la vida. Y J contesta: “¡Claro, por eso!”.
El psicópata carece de la vivencia de empatía. Le está vedado comprender al otro. Sí puede “entenderlo”, conocer sus fisuras y, de esa manera manipularlo. El dolor del otro, físico o psíquico, lo entiende, y a veces, haciendo un análisis intelectual del fenómeno. El proceso de cosificación del otro (innato en él), lo aleja más aún de la posibilidad de la empatía: el otro es depreciado como persona, devenido en objeto de uso. En consecuencia, el psicópata usa a las personas como materia prima (cosas) para lograr sus objetivos. El psicópata avanza hacía su objetivo impulsado por sus necesidades especiales (lograr el poder, por ejemplo), y si en el trayecto destruye o lastima cosas (personas) es un mero efecto secundario poco o nada atendible para él. Su enorme grado de libertad interior le permite (y sus códigos propios lo justifican) emprender empresas donde el daño hacia los otros no está contemplado. El dañado permanece perplejo ante el daño psicopático dado que no puede comprender la naturaleza del daño en toda su magnitud, ni la motivación que llevó a tal acción: tan lejos está de la mente de un psicópata.
El empático, un normal o un neurótico, resuena emocionalmente con el otro, que es considerado una persona como él. En consecuencia es plenamente consciente de las vivencias que desencadena su accionar en el otro. Hace el daño y de alguna manera una parte de ese daño se le vuelve en contra como culpa (o sus manifestaciones psicosomáticas). Daña y se daña. Su libertad interior acotada por los principios morales comunes y sus inhibiciones intrínsecas, le impiden muchas veces llevar a la realidad su plan dañino hacia el otro. Pero cuando lo hace maneja preciosismos de daño anclados en la historia emocional del otro que él de alguna manera también conoce.
Por eso la contundencia del daño puede ser intensa y devastadora. El dañado, a su vez, puede entender la naturaleza del daño y las motivaciones del dañino. Por el mismo proceso de empatía, y la cercanía con la mente del empático.
*Imagen fotograma: "Persona"; Igmar Bergman
1 comentario:
Muuuuy largo su articulo, porque debemos sentir algo por alguien? cada cual vive su vida a su sabor, la sociedad y la opinion publica han impuesto sus reglas y si uno no las sigue Uds lo tachan con eso de apatia y demás cosas. Si usted se interna en la selva amazonica, alla encontrara a gente feliz que no se ajusta a esa reglas que Ud escribe y que a la larga no sirven para nada.
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