La Ansiedad Ante los Exámenes
Por Rocío Carmona Horta. Psicóloga. Nº col: M-17835
Correo: rocio.carmona@terra.es
-No me va ha dar tiempo…
-Esto es súper difícil…
-No lo aprenderé nunca…
-Es demasiado temario...
¿Te resultan familiares estas frases?
¿Sólo pensar que ya queda menos para que comiencen los exámenes temidos te revuelve el estómago, te provoca sudores fríos y la piel de gallina?
Es normal, eso es debido al miedo que nos dan los exámenes, nos sentimos inseguros, los nervios se desatan, también la angustia... En definitiva: te ataca LA ANSIEDAD.
Todos necesitamos una cantidad determinada de energía para realizar cualquier actividad, desde hacer deporte o conducir... Hasta caminar o leer un libro.
Esta actividad es normal, y además es necesaria. El problema comienza cuando esa cantidad de energía se dispara y se pasa de estar activado a estar sobreactivado. Y esto nos ocurre cuando anticipamos un peligro, ya sea real o imaginado. Por ejemplo: “voy a suspender el examen”,”Seguro que me quedo en blanco”, “No tengo tiempo para aprenderlo”...
A la activación adecuada ante éstas situaciones se le denomina “Motivación”. La Motivación es el impulso que nos induce a ponernos a estudiar, a esforzarnos y “aguantar” durante dos horas seguidas sentados delante del libro.
Pero si la activación excede sus límites... Nos bloqueamos y cambiamos nuestra atención de los libros a las uñas que comenzamos a mordernos insaciablemente, al nudo que se nos forma en el estómago, a la cantidad de cigarros que nos fumamos, a todos los pensamientos que hemos mencionado anteriormente de no me da tiempo, no puedo con todo esto... Nos vemos incapaces de concentrarnos en una sola tarea por más de diez minutos por que enseguida nos asaltan a la cabeza miles de preguntas, de sentimientos de fracaso, de poca valía...
AAHH! ¡BASTA YA CON ESTOS SENTIMIENTOS!,
¡PODEMOS PLANTARLES CARA!
Ya está bien de que el miedo se apodere de nuestros pensamientos. Luchemos contra la ansiedad.
PERO... ¿CÓMO?
Imaginemos que la ansiedad fuera un ejército con tres batallones: el fisiológico, el cognitivo y el conductual. Y que cada uno ataca por un flanco diferente, por el flanco que lleva su nombre.
El fisiológico ataca a nuestro organismo de la siguiente manera: Al corazón le hace latir más fuerte, a nuestro estómago “le hace un nudo”, nuestro pulso se acelera, tiemblan las manos y los pies...
Al conductual no le deja parar, nos hace ir de un lado a otro sin parar, nos hace comer más, beber más, fumar más, mordernos las uñas...
Y por último, al cognitivo le ataca invadiendo nuestros pensamientos con ideas negativas como “no podré, soy un inútil...” Y estas ideas nos martillean con tanta fuerza que al final nos acabamos rindiendo y admitimos como ciertas. Pero ¿Son ciertas?
¿Cómo podemos defendernos de un ejército tan bien organizado?
Ante todo tenemos que observar cómo están organizados, de que manera nos están atacando, por cual de los tres flancos: ¿Con que frases, con que conductas?...
Como en toda batalla, la mejor defensa es un buen ataque”. Por tanto, antes de sentirnos invadidos por los guerrilleros de la ansiedad tenemos que armarnos con el escudo de la calma, que nos protege, y también debemos entrenar a nuestro ejército, que en vez de sublevarse como ha hecho hasta ahora ante la ansiedad se fortalezca y coja confianza en sí mismo.
Nuestro ejército de defensa, al igual que el ejército enemigo, también está dividido en tres batallones, cada uno especializado en defender el flanco que el enemigo se empeña en atacar.
Existen muchas formas de enseñarle a defenderse, y en las siguientes líneas encontrarás una de las técnicas:
Al batallón que defiende el flanco fisiológico, hay que enseñarle a relajarse, hemos de aprender a relajar los músculos de nuestro cuerpo. Una técnica fácil (aunque como todas necesita de entrenamiento) es la de Jacbson que consiste en tensar y distensar distintos grupos musculares. Mientras los tensamos por 3-4 sg. Buscamos esa sensación de incomodidad, una especie de dolor sordo, y después, lentamente los vamos relajando y sentimos cómo la sangre vuelve a fluir por las venas, sentimos esa parte del cuerpo más ligera, fresca, relajada... Prestamos atención a esa diferencia de sensaciones. Así, en el momento en que la ansiedad se empiece a apoderar de nuestros músculos, sepamos que es lo que tenemos que hacer para encontrar la sensación de bienestar asociada a la relajación. Esto lo haremos con las manos, los brazos, el tronco, las piernas los pies y la cabeza: el cuello, la frente, la nariz, los labios... De tal manera que cuando los síntomas de tensión no intencionada sepamos combatirla con su antagonista, la relajación. Evitando el dolor de espalda, “el nudo en el estómago”...
Al flanco conductual lo defenderemos sin sacar por él nuestros nervios. Primero hemos de pensar que el lo que hacemos ante la ansiedad, y hacer lo contrario, si te da por fumar 10 cigarrillos más de los habituales, proponte reducir el número, a cambio, busca otras actividades incompatibles con el tabaco, aprende a hacer manualidades con un “boli” entre tus dedos, por ejemplo. O en vez de morderte las uñas, trata de dejarlas crecer y cuídatelas, píntatelas con esmalte (si eres mujer)...
Y para defender el último de los flancos, el cognitivo, habrás de ponerte a pensar en todas las frases irracionales que te dices. Son automáticas, así que fijarte en ellas te costará mucha práctica, al igual que antes, éste también necesita entrenamiento.
Para ayudarle puedes coger un folio y dividirlo en dos partes. En una escribe los pensamientos automáticos, irracionales, y en el lado contrario, cambia éstos pensamientos por otros más racionales y lógicos, más positivos.
Por ejemplo:Pensamientos negativos Pensamientos positivos
No me va a dar tiempo si aprovecho el tiempo, lo
conseguiré
No lo aprenderé nunca es mucho, pero yo puedo,
ya lo he hecho más
veces.
Esto es súper difícil
Es una asignatura muy
complicada, pero si
estudio aprobaré.
Ya sabes: La mejor defensa es un buen ataque.
Es hora de que organices tu ejercito, le entrenes y le pongas a trabajar, Y verás como tus próximos exámenes te resultan más fáciles.
ÁNIMO
martes, abril 18, 2006
miércoles, abril 05, 2006
El cerebro superdotado crece más tiempo
Los escáneres cerebrales de niños muy inteligentes revelan algunas diferencias en su desarrollo
NICHOLAS WADE
EL PAÍS - 04-04-2006
Niños participantes en un congreso de superdotados en Barcelona. (EFE)
ampliar
Los investigadores creen que el cerebro de los superdotados es más moldeable o modificableEl cerebro de los niños muy inteligentes se desarrolla según un patrón distinto del de aquellos que poseen capacidades más normales, según han descubierto unos investigadores tras analizar escáneres cerebrales recogidos durante 17 años. Algunos expertos esperan que el descubrimiento ayude a comprender la inteligencia en función de los genes que la favorecen y las experiencias infantiles que pueden fomentarla. "Es la primera vez que alguien demuestra que el cerebro crece de forma distinta en los niños extremadamente inteligentes", afirma Paul M. Thompson, experto en técnicas de imagen cerebral de la Universidad de California en Los Ángeles.
El hallazgo se basa en 307 niños de Bethesda, Maryland, un barrio acomodado de Washington. Desde 1989, en un proyecto iniciado por Judith Rapoport, del Instituto Nacional de Salud Mental de EE UU, se les practicaron escáneres cerebrales con regularidad utilizando resonancias magnéticas. Esa serie de escáneres ha sido analizada por Philip Shaw, Jay Giedd y otros miembros del instituto, y por la McGill University de Montreal. Estudiaron los cambios en el grosor del córtex cerebral, la fina capa de neuronas que reviste la superficie externa del cerebro y donde se producen numerosos procesos mentales importantes.
El patrón general de maduración, afirman los investigadores en la revista Nature, es que el córtex desarrolla un mayor grosor a medida que el niño crece, y luego disminuye. La causa de esos cambios es desconocida, ya que la resolución no alcanza el nivel de las neuronas individuales. Pero, básicamente, el cerebro parece volver a cablearse cuando madura, y la reducción del grosor del córtex refleja un seccionado de conexiones redundantes. El análisis se inició para comprobar un hallazgo de Thompson: que ciertas zonas del lóbulo frontal del córtex son mayores en gente con mayor coeficiente intelectual (CI).
Tras estudiar a niños de siete años con una inteligencia superior, a los investigadores les sorprendió que el córtex fuera más delgado que el de un grupo comparativo de niños con una inteligencia media. Hasta que no se realizó un seguimiento de los escáneres durante el crecimiento de los niños no se hizo patente el dinamismo del cerebro en desarrollo. Los investigadores observaron que los niños con una inteligencia media (CI entre 83 y 108) alcanzaron un grosor cortical máximo a los siete u ocho años de edad. Los niños muy inteligentes (CI de 121 a 149) alcanzaron un grosor máximo mucho más tarde, a los 13 años, seguido de un proceso de seccionado mucho más dinámico.
Según Rapoport, una interpretación es que el cerebro de los niños con una inteligencia superior es más moldeable o modificable, y pasa por una mayor trayectoria de engrosamiento y reducción cortical que la que sufre en niños con inteligencia media. Los escáneres muestran un "modelado o ajuste de las zonas del córtex que sustentan un pensamiento de mayor nivel, y quizá eso ocurra con más eficacia en los niños más inteligentes", señala Shaw. Se realizó una prueba de CI cuando los niños entraron en el programa. No fueron necesarias más pruebas porque los CI son muy estables, afirma Rapoport.
Thompson señala que el nuevo estudio ha abierto grandes posibilidades, ya que los investigadores deberían poder identificar los factores que influyen en el cerebro al estudiar los patrones de los escáneres que han identificado. Se extrajeron muestras genéticas de las células de los niños de Bethesda, de modo que los genes que tengan una influencia en el cerebro, aunque sea mínima, deberían ser detectables. El patrón de desarrollo también podría verse afectado por factores como la dieta, las horas que pasan en la escuela o el número de hermanos, y ello puede salir a la luz preguntando a los padres cómo han criado a sus hijos. "Existen muchos enigmas sobre la inteligencia que ahora se pueden resolver", señala Thompson.
Las puntuaciones de CI y la medición de la inteligencia son controvertidas desde hace mucho tiempo. Las investigaciones de Thompson y su grupo permiten avanzar en ese terreno, al identificar características físicas del cerebro correlacionadas con el CI. En 2001, Thompson manifestó que, basándose en imágenes de cerebros de gemelos, el volumen de materia gris de los lóbulos frontales y otras zonas estaba correlacionado con el CI, y que se veía muy influido por la genética. A pesar de la gran importancia de los genes en la función cerebral, Thompson apunta que la experiencia también podría modificar el cerebro.
El equipo del instituto tiene numerosos estudios genéticos en marcha. El análisis publicado no pretendía estudiar la relación entre los genes y la inteligencia. "Muchas investigaciones sobre la inteligencia no han sido demasiado buenas", afirma Shaw. "Espero que este modesto estudio descriptivo aporte una condición empírica". Uno de sus objetivos era determinar unos patrones normales de desarrollo para diagnosticar qué va mal en los niños con esquizofrenia o déficit de atención. Shaw afirma que su equipo no posee respuestas completas sobre el motivo por el cual el cerebro es distinto en esos casos.
© The New York Times
Los escáneres cerebrales de niños muy inteligentes revelan algunas diferencias en su desarrollo
NICHOLAS WADE
EL PAÍS - 04-04-2006
Niños participantes en un congreso de superdotados en Barcelona. (EFE)
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Los investigadores creen que el cerebro de los superdotados es más moldeable o modificableEl cerebro de los niños muy inteligentes se desarrolla según un patrón distinto del de aquellos que poseen capacidades más normales, según han descubierto unos investigadores tras analizar escáneres cerebrales recogidos durante 17 años. Algunos expertos esperan que el descubrimiento ayude a comprender la inteligencia en función de los genes que la favorecen y las experiencias infantiles que pueden fomentarla. "Es la primera vez que alguien demuestra que el cerebro crece de forma distinta en los niños extremadamente inteligentes", afirma Paul M. Thompson, experto en técnicas de imagen cerebral de la Universidad de California en Los Ángeles.
El hallazgo se basa en 307 niños de Bethesda, Maryland, un barrio acomodado de Washington. Desde 1989, en un proyecto iniciado por Judith Rapoport, del Instituto Nacional de Salud Mental de EE UU, se les practicaron escáneres cerebrales con regularidad utilizando resonancias magnéticas. Esa serie de escáneres ha sido analizada por Philip Shaw, Jay Giedd y otros miembros del instituto, y por la McGill University de Montreal. Estudiaron los cambios en el grosor del córtex cerebral, la fina capa de neuronas que reviste la superficie externa del cerebro y donde se producen numerosos procesos mentales importantes.
El patrón general de maduración, afirman los investigadores en la revista Nature, es que el córtex desarrolla un mayor grosor a medida que el niño crece, y luego disminuye. La causa de esos cambios es desconocida, ya que la resolución no alcanza el nivel de las neuronas individuales. Pero, básicamente, el cerebro parece volver a cablearse cuando madura, y la reducción del grosor del córtex refleja un seccionado de conexiones redundantes. El análisis se inició para comprobar un hallazgo de Thompson: que ciertas zonas del lóbulo frontal del córtex son mayores en gente con mayor coeficiente intelectual (CI).
Tras estudiar a niños de siete años con una inteligencia superior, a los investigadores les sorprendió que el córtex fuera más delgado que el de un grupo comparativo de niños con una inteligencia media. Hasta que no se realizó un seguimiento de los escáneres durante el crecimiento de los niños no se hizo patente el dinamismo del cerebro en desarrollo. Los investigadores observaron que los niños con una inteligencia media (CI entre 83 y 108) alcanzaron un grosor cortical máximo a los siete u ocho años de edad. Los niños muy inteligentes (CI de 121 a 149) alcanzaron un grosor máximo mucho más tarde, a los 13 años, seguido de un proceso de seccionado mucho más dinámico.
Según Rapoport, una interpretación es que el cerebro de los niños con una inteligencia superior es más moldeable o modificable, y pasa por una mayor trayectoria de engrosamiento y reducción cortical que la que sufre en niños con inteligencia media. Los escáneres muestran un "modelado o ajuste de las zonas del córtex que sustentan un pensamiento de mayor nivel, y quizá eso ocurra con más eficacia en los niños más inteligentes", señala Shaw. Se realizó una prueba de CI cuando los niños entraron en el programa. No fueron necesarias más pruebas porque los CI son muy estables, afirma Rapoport.
Thompson señala que el nuevo estudio ha abierto grandes posibilidades, ya que los investigadores deberían poder identificar los factores que influyen en el cerebro al estudiar los patrones de los escáneres que han identificado. Se extrajeron muestras genéticas de las células de los niños de Bethesda, de modo que los genes que tengan una influencia en el cerebro, aunque sea mínima, deberían ser detectables. El patrón de desarrollo también podría verse afectado por factores como la dieta, las horas que pasan en la escuela o el número de hermanos, y ello puede salir a la luz preguntando a los padres cómo han criado a sus hijos. "Existen muchos enigmas sobre la inteligencia que ahora se pueden resolver", señala Thompson.
Las puntuaciones de CI y la medición de la inteligencia son controvertidas desde hace mucho tiempo. Las investigaciones de Thompson y su grupo permiten avanzar en ese terreno, al identificar características físicas del cerebro correlacionadas con el CI. En 2001, Thompson manifestó que, basándose en imágenes de cerebros de gemelos, el volumen de materia gris de los lóbulos frontales y otras zonas estaba correlacionado con el CI, y que se veía muy influido por la genética. A pesar de la gran importancia de los genes en la función cerebral, Thompson apunta que la experiencia también podría modificar el cerebro.
El equipo del instituto tiene numerosos estudios genéticos en marcha. El análisis publicado no pretendía estudiar la relación entre los genes y la inteligencia. "Muchas investigaciones sobre la inteligencia no han sido demasiado buenas", afirma Shaw. "Espero que este modesto estudio descriptivo aporte una condición empírica". Uno de sus objetivos era determinar unos patrones normales de desarrollo para diagnosticar qué va mal en los niños con esquizofrenia o déficit de atención. Shaw afirma que su equipo no posee respuestas completas sobre el motivo por el cual el cerebro es distinto en esos casos.
© The New York Times
lunes, abril 03, 2006
Aumento de los trastornos mentales - Noticias
Un estudio que indaga la frecuencia de los problemas de salud mental en la población adulta nacional revela que uno de cada cinco españoles los ha padecido.
FUENTE: MEDICINA CLÍNICA. 2006 ABR
[noticias] [3/4/2006]
Resumen
Se estima que en los países occidentales aproximadamente una de cuatro personas cumple criterios diagnósticos de un trastorno mental en el último año y alrededor de un 40% llega a presentar una alteración de este tipo en algún momento de la vida. En España, las investigaciones en este campo han sido escasas y se han centrado básicamente en áreas geográficas concretas o poblaciones determinadas. El estudio ESEMeD- España es el primero que analiza una muestra de la población general en el país. Un total de 5.437 mayores de 18 años han participado cumplimentando una encuesta personal que fue realizada en sus domicilios.
El trabajo se enmarca dentro de un proyecto europeo coordinado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Los datos que recoge la revista 'Medicina Clínica' indican las tasas de prevalencia-año y prevalencia-vida de los principales trastornos del estado de ánimo, de ansiedad y de abuso de alcohol en la población patria, la influencia de los factores de riesgo sociodemográficos en su presencia y la edad de inicio de los trastornos.
Aproximadamente, uno de cada cinco entrevistados presenta un trastorno mental en algún momento de su vida. Los más frecuentes son el episodio depresivo mayor, la fobia específica, la distimia y el abuso de alcohol, con una prevalencia-vida que oscila entre el 10,5 y el 3,5%. En cuanto a la prevalencia-año, casi un 8,5% de la población presenta algún trastorno en el último ejercicio y, de nuevo, la depresión mayor y la fobia específica son las más frecuentes.
En cuanto a las edades de inicio, los de fobia social suelen aparecer a edad más temprana, mientras que los de estados de ánimo (depresión mayor y distimia), junto con el trastorno de angustia suelen hacerlo de forma más tardía, sobre los 40. Respecto a los factores asociados, mujeres, separados y viudos se muestran más frágiles. Las féminas sufren más ansiedad y depresión y los varones, más abuso de alcohol.
Para acceder al texto completo es necesario suscribirse en la fuente original: db.doyma.es/cgi-bin/wdbcgi.exe/doyma/mrevista_info...
FUENTE: MEDICINA CLÍNICA. 2006 ABR
[noticias] [3/4/2006]
Resumen
Se estima que en los países occidentales aproximadamente una de cuatro personas cumple criterios diagnósticos de un trastorno mental en el último año y alrededor de un 40% llega a presentar una alteración de este tipo en algún momento de la vida. En España, las investigaciones en este campo han sido escasas y se han centrado básicamente en áreas geográficas concretas o poblaciones determinadas. El estudio ESEMeD- España es el primero que analiza una muestra de la población general en el país. Un total de 5.437 mayores de 18 años han participado cumplimentando una encuesta personal que fue realizada en sus domicilios.
El trabajo se enmarca dentro de un proyecto europeo coordinado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Los datos que recoge la revista 'Medicina Clínica' indican las tasas de prevalencia-año y prevalencia-vida de los principales trastornos del estado de ánimo, de ansiedad y de abuso de alcohol en la población patria, la influencia de los factores de riesgo sociodemográficos en su presencia y la edad de inicio de los trastornos.
Aproximadamente, uno de cada cinco entrevistados presenta un trastorno mental en algún momento de su vida. Los más frecuentes son el episodio depresivo mayor, la fobia específica, la distimia y el abuso de alcohol, con una prevalencia-vida que oscila entre el 10,5 y el 3,5%. En cuanto a la prevalencia-año, casi un 8,5% de la población presenta algún trastorno en el último ejercicio y, de nuevo, la depresión mayor y la fobia específica son las más frecuentes.
En cuanto a las edades de inicio, los de fobia social suelen aparecer a edad más temprana, mientras que los de estados de ánimo (depresión mayor y distimia), junto con el trastorno de angustia suelen hacerlo de forma más tardía, sobre los 40. Respecto a los factores asociados, mujeres, separados y viudos se muestran más frágiles. Las féminas sufren más ansiedad y depresión y los varones, más abuso de alcohol.
Para acceder al texto completo es necesario suscribirse en la fuente original: db.doyma.es/cgi-bin/wdbcgi.exe/doyma/mrevista_info...
domingo, abril 02, 2006
Integración en Psicoterapia
La investigación empírica apoya una técnica psicoanalítica relacional y flexible
Juan Pablo Jiménez (*)
44º Congreso de IPA, Río de Janeiro. Julio 2005.
Panel: Intervenciones terapéuticas diferenciadas de acuerdo a psicopatología, estructura de personalidad
y formas de organización inconsciente.
Resumen
Se discute desde la perspectiva de la investigación en proceso y resultados en psicoterapia y psicoanálisis, la especificidad de las intervenciones terapéuticas versus el alcance de los factores curativos comunes; la concepción diádica de la técnica y la acción terapéutica de la alianza; y la concepción estratégica en terapia.
Introducción
El objetivo de este panel es examinar qué formas de intervención pueden resultar más apropiadas para producir el cambio terapéutico, dadas determinadas condiciones del paciente y de la relación que éste establece con su analista. Desde luego, éste es un tema de larga data en la preocupación de los psicoanalistas y, por cierto, también es –o debiera ser–, un interés central en la actividad cotidiana de cualquier terapeuta sensato frente a la variedad de sus pacientes singulares. La diversidad teórica y práctica, y la actual permeabilidad a los hallazgos interdisciplinarios en neurociencias, en investigación en proceso y resultados en psicoterapia y en relación temprana madre-bebé, han liberado el desarrollo del psicoanálisis de cargas ideológicas de modo tal, que la pregunta planteada cobra gran legitimidad. Estamos dejando atrás la época en que desde la autoridad institucional y la formación psicoanalítica oficial se promovía una técnica estándar, cuyo objetivo parecía estar más al servicio de la defensa de una identidad gremial frente a la irrupción de la multiplicidad de escuelas y corrientes –dentro y más allá del psicoanálisis–, que del perfeccionamiento del tratamiento de nuestros pacientes. La técnica estándar fue reduciendo cada vez más las indicaciones para el psicoanálisis y todo el esfuerzo se hacía en buscar pacientes adecuados para el método, pues una técnica así idealizada exige una actitud selectiva respecto de la indicación, donde es el paciente quien se debe ajustar al método y no al revés. Las técnicas modificadas, en cambio, permiten un conjunto flexible de indicaciones, donde el tratamiento es el que se adapta a las características de cada paciente (Thomä & Kächele, 1989 [1985]). Por cierto, tal postura entra en conflicto con una definición uniforme de técnica psicoanalítica. Esta prolongada discusión acerca de lo qué es propia y específicamente psicoanalítico, sin embargo, se ha vuelto a mi entender estéril y muy aburrida. Felizmente corren nuevos vientos en la comunidad psicoanalítica, y concuerdo totalmente con Gabbard & Westen (2003 p.826; énfasis en el original) quienes recientemente han sugerido que debiéramos “diferir la cuestión de si determinadas técnicas son analíticas y más bien poner el foco en si ellas son terapéuticas. Si la respuesta a esa pregunta es afirmativa –continúan–, la siguiente cuestión es cómo integrarlas en la práctica psicoanalítica o psicoterapéutica de la manera más beneficiosa para el paciente”. Para estos autores, una teoría moderna de la acción terapéutica debe describir tanto lo que cambia (las metas del tratamiento) como las estrategias más probablemente útiles en facilitar tales cambios (técnica). A esta altura del partido, teorías unilaterales de la acción terapéutica, no importando lo complejas que sean, son probablemente inútiles debido a la variedad de objetivos de cambio y a la variedad de métodos eficaces para realizar el cambio en el sentido de tales objetivos.
El desafío frente al cual estamos, entonces, es uno de integración. La tarea actual de la investigación clínica, teórica y empírica, es pues integrar de manera coherente el abanico de diferentes posibilidades terapéuticas. En mi presentación discutiré ciertos aspectos del tema que nos convoca, desde la perspectiva de la investigación en proceso y resultados en psicoterapia y psicoanálisis. A mi entender, hay ciertas cuestiones que deben ser previamente aclaradas, si queremos llevar a cabo una integración coherente que permita reformular la relación entre lo psicoanalítico y lo psicoterapéutico. Mi presentación pretende cubrir someramente tres puntos. Éstos son: 1) El asunto de la especificidad de las intervenciones terapéuticas versus el alcance de los factores curativos comunes en terapia; 2) la concepción diádica de la técnica y la manera de entender la acción terapéutica de la alianza; y 3) la concepción estratégica o heurística en terapia psicoanalítica.
Antes de entrar en materia, quisiera introducir sucintamente un marco teórico que facilite el análisis. De acuerdo con Goldfried (1980), si se quiere analizar el rol de la técnica de tratamiento es necesario distinguir tres niveles de abstracción. Estos son el nivel de las intervenciones terapéuticas (técnica en sentido estricto), el de las estrategias terapéuticas y el de los enfoques u orientaciones teóricas. Cada uno de estos niveles plantea preguntas particulares a la teoría y a la investigación. A menudo, la discusión sobre la especificidad de la técnica se ve oscurecida por la falta de distinción entre estos niveles. Así por ejemplo, en el nivel más alto de abstracción, el de los enfoques u orientaciones teóricas, la pregunta que debe responder la investigación en resultados es, por ejemplo, si el psicoanálisis en cuanto forma de terapia es o no más efectivo que las distintas formas de psicoterapias psicoanalíticas y, por supuesto, si las terapias psicoanalíticas son tanto o más efectivas que las terapias de otras orientaciones y, en el caso de que así fuera, si la mayor efectividad es uniforme para cualquier tipo de pacientes. Esta es una cuestión candente en la actualidad y se asocia a aquella de si existen intervenciones específicas para trastornos o desórdenes psicopatológicos específicos. Esta última pregunta tiene complejas relaciones con la sociología y la economía de la psicoterapia pues de su respuesta depende la posibilidad de existencia de “tratamientos con apoyo empírico” y de una “psicoterapia basada en la evidencia”. La repuesta que demos en este punto, entonces, tiene consecuencias que afectan la posibilidad de financiamiento de las terapias psicoanalíticas por las compañías de seguro y, por cierto, también afecta la relación del psicoanálisis con la medicina y la psiquiatría. Pero, en este nivel de abstracción hay otra pregunta más interesante –que se refiere a investigación en proceso–, cual es, de si acaso un psicoanalista que conduce una terapia psicoanalítica –naturalmente guiado por la teoría psicoanalítica–, sólo realiza intervenciones prescritas por la teoría psicoanalítica del tratamiento o, sin advertirlo, también aplica técnicas que no pertenecen explícitamente al arsenal terapéutico propiamente psicoanalítico. Éste es un punto crítico muy relevante para nuestra discusión, pues introduce un elemento sorpresivo en la discusión sobre la especificidad de las intervenciones psicoanalíticas y tiene consecuencias dramáticas para el afán de los psicoanalistas de diferenciarse de los terapeutas de otras orientaciones.
Para continuar leyendo, diríjase a http://www.aperturas.org
Juan Pablo Jiménez (*)
44º Congreso de IPA, Río de Janeiro. Julio 2005.
Panel: Intervenciones terapéuticas diferenciadas de acuerdo a psicopatología, estructura de personalidad
y formas de organización inconsciente.
Resumen
Se discute desde la perspectiva de la investigación en proceso y resultados en psicoterapia y psicoanálisis, la especificidad de las intervenciones terapéuticas versus el alcance de los factores curativos comunes; la concepción diádica de la técnica y la acción terapéutica de la alianza; y la concepción estratégica en terapia.
Introducción
El objetivo de este panel es examinar qué formas de intervención pueden resultar más apropiadas para producir el cambio terapéutico, dadas determinadas condiciones del paciente y de la relación que éste establece con su analista. Desde luego, éste es un tema de larga data en la preocupación de los psicoanalistas y, por cierto, también es –o debiera ser–, un interés central en la actividad cotidiana de cualquier terapeuta sensato frente a la variedad de sus pacientes singulares. La diversidad teórica y práctica, y la actual permeabilidad a los hallazgos interdisciplinarios en neurociencias, en investigación en proceso y resultados en psicoterapia y en relación temprana madre-bebé, han liberado el desarrollo del psicoanálisis de cargas ideológicas de modo tal, que la pregunta planteada cobra gran legitimidad. Estamos dejando atrás la época en que desde la autoridad institucional y la formación psicoanalítica oficial se promovía una técnica estándar, cuyo objetivo parecía estar más al servicio de la defensa de una identidad gremial frente a la irrupción de la multiplicidad de escuelas y corrientes –dentro y más allá del psicoanálisis–, que del perfeccionamiento del tratamiento de nuestros pacientes. La técnica estándar fue reduciendo cada vez más las indicaciones para el psicoanálisis y todo el esfuerzo se hacía en buscar pacientes adecuados para el método, pues una técnica así idealizada exige una actitud selectiva respecto de la indicación, donde es el paciente quien se debe ajustar al método y no al revés. Las técnicas modificadas, en cambio, permiten un conjunto flexible de indicaciones, donde el tratamiento es el que se adapta a las características de cada paciente (Thomä & Kächele, 1989 [1985]). Por cierto, tal postura entra en conflicto con una definición uniforme de técnica psicoanalítica. Esta prolongada discusión acerca de lo qué es propia y específicamente psicoanalítico, sin embargo, se ha vuelto a mi entender estéril y muy aburrida. Felizmente corren nuevos vientos en la comunidad psicoanalítica, y concuerdo totalmente con Gabbard & Westen (2003 p.826; énfasis en el original) quienes recientemente han sugerido que debiéramos “diferir la cuestión de si determinadas técnicas son analíticas y más bien poner el foco en si ellas son terapéuticas. Si la respuesta a esa pregunta es afirmativa –continúan–, la siguiente cuestión es cómo integrarlas en la práctica psicoanalítica o psicoterapéutica de la manera más beneficiosa para el paciente”. Para estos autores, una teoría moderna de la acción terapéutica debe describir tanto lo que cambia (las metas del tratamiento) como las estrategias más probablemente útiles en facilitar tales cambios (técnica). A esta altura del partido, teorías unilaterales de la acción terapéutica, no importando lo complejas que sean, son probablemente inútiles debido a la variedad de objetivos de cambio y a la variedad de métodos eficaces para realizar el cambio en el sentido de tales objetivos.
El desafío frente al cual estamos, entonces, es uno de integración. La tarea actual de la investigación clínica, teórica y empírica, es pues integrar de manera coherente el abanico de diferentes posibilidades terapéuticas. En mi presentación discutiré ciertos aspectos del tema que nos convoca, desde la perspectiva de la investigación en proceso y resultados en psicoterapia y psicoanálisis. A mi entender, hay ciertas cuestiones que deben ser previamente aclaradas, si queremos llevar a cabo una integración coherente que permita reformular la relación entre lo psicoanalítico y lo psicoterapéutico. Mi presentación pretende cubrir someramente tres puntos. Éstos son: 1) El asunto de la especificidad de las intervenciones terapéuticas versus el alcance de los factores curativos comunes en terapia; 2) la concepción diádica de la técnica y la manera de entender la acción terapéutica de la alianza; y 3) la concepción estratégica o heurística en terapia psicoanalítica.
Antes de entrar en materia, quisiera introducir sucintamente un marco teórico que facilite el análisis. De acuerdo con Goldfried (1980), si se quiere analizar el rol de la técnica de tratamiento es necesario distinguir tres niveles de abstracción. Estos son el nivel de las intervenciones terapéuticas (técnica en sentido estricto), el de las estrategias terapéuticas y el de los enfoques u orientaciones teóricas. Cada uno de estos niveles plantea preguntas particulares a la teoría y a la investigación. A menudo, la discusión sobre la especificidad de la técnica se ve oscurecida por la falta de distinción entre estos niveles. Así por ejemplo, en el nivel más alto de abstracción, el de los enfoques u orientaciones teóricas, la pregunta que debe responder la investigación en resultados es, por ejemplo, si el psicoanálisis en cuanto forma de terapia es o no más efectivo que las distintas formas de psicoterapias psicoanalíticas y, por supuesto, si las terapias psicoanalíticas son tanto o más efectivas que las terapias de otras orientaciones y, en el caso de que así fuera, si la mayor efectividad es uniforme para cualquier tipo de pacientes. Esta es una cuestión candente en la actualidad y se asocia a aquella de si existen intervenciones específicas para trastornos o desórdenes psicopatológicos específicos. Esta última pregunta tiene complejas relaciones con la sociología y la economía de la psicoterapia pues de su respuesta depende la posibilidad de existencia de “tratamientos con apoyo empírico” y de una “psicoterapia basada en la evidencia”. La repuesta que demos en este punto, entonces, tiene consecuencias que afectan la posibilidad de financiamiento de las terapias psicoanalíticas por las compañías de seguro y, por cierto, también afecta la relación del psicoanálisis con la medicina y la psiquiatría. Pero, en este nivel de abstracción hay otra pregunta más interesante –que se refiere a investigación en proceso–, cual es, de si acaso un psicoanalista que conduce una terapia psicoanalítica –naturalmente guiado por la teoría psicoanalítica–, sólo realiza intervenciones prescritas por la teoría psicoanalítica del tratamiento o, sin advertirlo, también aplica técnicas que no pertenecen explícitamente al arsenal terapéutico propiamente psicoanalítico. Éste es un punto crítico muy relevante para nuestra discusión, pues introduce un elemento sorpresivo en la discusión sobre la especificidad de las intervenciones psicoanalíticas y tiene consecuencias dramáticas para el afán de los psicoanalistas de diferenciarse de los terapeutas de otras orientaciones.
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